Rosalía y el revés de las cosas
Sobre este libro:
Rosalía y el revés de las cosas: un cuento para hablar de la historia de Argentina y repensar las configuraciones de la identidad. Este libro aborda una temática usualmente invisibilizada: la presencia y el aporte de la afrodescendencia en este país. Y lo hace de una manera sensible, contando un día en la vida de una niña esclavizada en los años previos a la independencia de las colonias españolas en América. Pero lo preciso de la referencia histórica no impide a este libro alcanzar una dimensión universal. El sustento documental del libro, por otra parte, se advierte en el cuidado y bello trabajo de la ilustración, que recupera imágenes del registro arqueológico e histórico local. El libro está acompañado por propuestas para reflexionar e investigar sobre la esclavitud y la afrodescendiencia en Argentina.
La singularidad de este libro radica en que aborda una temática escasamente tratada en los libros para niños: la niñez esclavizada y la memoria de la herencia africana en América.
Las bellas ilustraciones de vibrantes colores recuperan imágenes del registro arqueológico e histórico de Santa Fe (cerámicas encontradas en el Arroyo Leyes, Santa Fe, Argentina; referencias a la vestimenta de época según la clase social; juegos infantiles de la época de la colonia; convivencia entre los grupos de africanos esclavizados y las poblaciones nativas, etc.).
Esta reconstrucción histórico-antropológica sustenta un relato sensible y acorde al lector infantil, en el que se cuenta un día en la vida de una niña esclavizada, Rosalía, sin golpes bajos y con una prosa llena de poesía.
El texto interpela al lector y, desde el despliegue de imágenes y evocaciones, lo introduce en un mundo hoy lejano pero con muchos puntos de contacto. Un libro para pensar, sentir y reflexionar.
Un fragmento:
Me llamo Rosalía y soy experta en encontrar refugios. Cuando me escondo descubro cosas nuevas.
Miro el revés de los manteles desde abajo de la mesa y cómo se cruzan los colores de las flores que, al derecho, parecen bordadas por un solo tono. Sigo la trama de los hilitos sueltos y descubro los nudos que cierran la costura.
Vivo en la casa de Doña Salustiana. Cuando me reta porque olvidé algo en la mesa o caché alguna loza, sé muy bien a dónde ir para que no me encuentre, al menos por un rato. Corro hacia donde se reúnen los artesanos y trepo al árbol. Desde arriba, respiro el humo del horneado y veo cómo sube silencioso entre las ramas, dibujando las figuras de unas serpientes que parecen correr a unos sapos.
Me lleno de olor a caracoles y arcilla, madera y pasto, y se me van cerrando los ojos, de a poco. Hasta que las campanas de la iglesia suenan fuerte y me asusto, resbalo y recuerdo que tengo que volver a lo de Doña Salustiana porque tengo cosas que hacer, cualquier cantidad.
Y porque sé lo que me puede pasar si llego tarde. Como le sucedió a mi mamá. Ella vive cerca. Apenas a unos pasitos de la casa donde vivo yo. Hace unos años, Don Francisco y Doña Clara compraron a mi mamá para que sirva en su familia.
(...)
Me hace trenzas en el pelo y me cuenta historias del Congo. Ahí vivía antes de que nos trajeran. A ella en un barco de esclavos y a mí, en su panza.
En sus cuentos se mezclan palabras del kimbundu y del castellano, y yo puedo imaginar, como si los viera, a los animales gigantes de los que me habla. Los colmillos que tienen son tan largos que podrían perforar el techo de paja del cuarto donde duermo y sus cuerpos tan grandes que no entrarían ni abriendo puertas y ventanas.
La noche se llena de pájaros coloridos. Saboreo frutas extrañas que jamás probé y me esfuerzo trepando a un árbol que, de tan alto, toca el cielo. Subo por sus ramas y las calles de tierra que camino todos los días se convierten en cascadas. ¡Qué distinto se ve el mundo desde arriba!
–Que descanses…
Antes de irse, siempre me hace una caricia de despedida. En la calle vacía, sus pasos son como un tambor que se va apagando de a poco. Tun-tun, tun-tun, hacen. Cada vez más suaves, cada vez más leves. Tun-tun, tun-tun, tun-tun. Hasta que cierro los ojos y me duermo.