¡Qué orejas tan curiosas tienes!
Sobre este libro:
"Las personas nos hacemos una idea de cómo es el mundo a través de nuestros sentidos: el oído, la vista, el olfato, el gusto y el tacto. Gracias a los oídos podemos ubicarnos en el espacio, comunicarnos, estimar dónde se produjo un ruido, mantener el equilibrio y mucho más. Para oír usamos los oídos, que son los únicos órganos del cuerpo que nos permiten hacerlo.
¿Cómo oyes lo que oyes? ¿Todos los animales pueden oír? ¿Oyen las mismas cosas que tú? ¿Oyen porque tienen oídos o lo hacen de otras maneras? ¡Abre bien tus orejas y escucha atentamente!
Fragmento:
"Imagínate en el recreo. Escuchas a tu amiga Ana diciendo tu nombre y a tu amigo Joaquín pidiendo unirse al juego, oyes a la profesora de Música conversando con el profesor de Historia, la pelota rebotando en el piso y tus pies golpeando el suelo luego de saltar. Pero con el timbre se termina el recreo, y con la quietud viene el silencio.
¿Por qué necesitas hablar, tocar, golpear o mover algo para producir un sonido? Cuando golpeas una mesa, aunque no te des cuenta, esta vibra. Las vibraciones de la mesa generan cambios de presión en el aire que se propagan en todas direcciones. Los sonidos que puedes oír son aquellas vibraciones que llegan hasta tus oídos. Generalmente los sonidos se propagan a través del aire, pero también viajan por el agua y por otros materiales, como la madera de las puertas o el cemento de las paredes.
Sonidos para todos los gustos
Los sonidos pueden tener diferente intensidad. Un sonido puede ser suave, como el que se produce cuando pasas las hojas de un libro, o potente, como el del golpe de una puerta al cerrarse con el viento. Cuanto más fuerte toques, golpees o muevas un objeto, más vibrará el aire alrededor y mayor intensidad tendrá el sonido producido. La intensidad de un sonido suele indicarse como volumen y se mide en decibeles (dB).
¿Pero qué es lo que hace que el rugido de un león suene tan grave y el maullido de un gato tan agudo? La diferencia se relaciona con la cantidad de vibraciones que se producen por segundo al emitir cada sonido. Un rugido (sonido grave) hace vibrar el aire menos veces por segundo que un maullido (sonido agudo). La cantidad de vibraciones que se producen por segundo indica la frecuencia del sonido y se mide en Hertz (Hz). Los sonidos graves son de baja frecuencia, y los sonidos agudos, de alta frecuencia.
Si alguna vez tienes un piano a mano, recorre las teclas de izquierda a derecha para comprobar cómo el sonido se hace cada vez más agudo. Dicho de una forma más científica, comprueba cómo a medida que te desplazas hacia la derecha del teclado, aumenta la frecuencia del sonido.
¿Oyes todos los sonidos?
Nuestros oídos están entre los más sensibles de los mamíferos porque, comparados con otros, podemos oír sonidos de muy baja intensidad. El sonido más suave que una persona puede oír se define como de 0 dB y, a partir de ese valor de base, el aumento de 1 dB significa un aumento de diez veces en la intensidad del sonido. Por ejemplo, el sonido del movimiento suave de las hojas tiene apenas 15 dB, un secreto susurrado 30, una conversación normal 60, un grito 80, un concierto de rock entre 90 y 100 dB. Un sonido se vuelve desagradable a unos 120 dB y doloroso a unos 140 dB, donde ya resulta dañino. ¡Ten cuidado al subir el volumen de la música!
¿Y qué ocurre con la frecuencia? Las personas solo podemos oír sonidos de frecuencias por encima de los 20 Hz. Debajo de ese valor los llamamos infrasonidos, sonidos de frecuencias tan bajas que nuestros oídos no los pueden detectar. A medida que aumenta ese valor, los sonidos se van haciendo cada vez más agudos. Cuando sobrepasan los 20.000 Hz resultan extremadamente agudos e inaudibles para el oído humano. Son los que llamamos ultrasonidos.
Es decir que las personas podemos oír solamente una parte de los sonidos que existen. Hay todo un mundo sonoro que nos es desconocido.
Más agudo, más agudo…
Nuestro fiel compañero
Los perros tienen una increíble capacidad de comunicación con las personas, distinguen sus voces y otros “ruidos humanos”, como el de la llave en la cerradura o el de los platos sobre la mesa. Reconocen nuestros estados de ánimo por los tonos de voz y reaccionan diferente según cómo les hablemos. Por lo general, responden mejor a los tonos agudos y, con algo de entrenamiento, pueden reconocer entre 200 y 1.000 palabras.
Los perros son capaces de escuchar ultrasonidos de frecuencias de hasta 45.000 Hz. Por eso se los puede entrenar con silbatos silenciosos que, como puedes imaginar, son inaudibles para las personas, pues emiten sonidos con frecuencias por encima de los 23.000 Hz. También oyen sonidos de muy baja intensidad, menores a 0 dB, como los pasos o las voces lejanas, mucho antes de que sean advertidos por las personas.
Supersaltamontes
Al igual que los grillos, los saltamontes macho atraen a las hembras con un sonido que producen cuando frotan entre sí las alas delanteras. Hace algunos años se descubrieron tres especies nuevas de saltamontes que “cantan” a una frecuencia de alrededor de los 150.000 Hz, muy por encima de nuestro límite de 20.000 Hz y el más agudo conocido hasta el momento de escribir este libro.
A la hora de ponerles nombre, se los llamó Supersonus. Y suena muy acertado: sin dudas se trata de un canto supersónico.
Croar silencioso
Si alguna vez tienes la oportunidad de pasear por las tupidas selvas de Borneo, probablemente te sorprendas con el incesante ruido del agua, que puede ser ensordecedor. Y también te sorprenderás si te encuentras con alguna Huia cavitympanum, una rana que habita la isla, que abre su boca para croar, pero no parece emitir sonido alguno.
¿Puedes aventurar qué sucede? Estás en lo cierto: estas ranas emiten ultrasonidos y su canto es tan agudo que no puedes oírlas. Se cree que este recurso les permite comunicarse entre sí al evitar que sus voces se pierdan en el ruido del ambiente.
Más grave, más grave…
Llamados en el bosque
Los tigres de Siberia son grandes cazadores que habitan los extensos bosques del este de Rusia. Son animales solitarios, excepto cuando llega la época de apareamiento. ¿Cómo logran mantener a sus competidores alejados de su territorio? ¿Cómo logran encontrar pareja entre la frondosidad del paisaje y, muchas veces, a distancias tan grandes? Mientras recorren su dominio, emiten una gran variedad de gruñidos y rugidos, la mayoría de muy baja frecuencia, que son los sonidos que mejor se propagan en el aire y, al mismo tiempo, los que mejor detectan los oídos de estos animales.
Las hembras usarán estos infrasonidos para orientarse y, si están en celo, irán al encuentro del macho, o, si están cuidando de sus crías, se alejarán para protegerlas.
Aves meteorólogas
En abril de 2014 unas pequeñas aves llamadas reinitas alidoradas finalizaron su migración desde América del sur hasta los Apalaches y comenzaron su temporada de cría. Se esperaba que se quedaran allí unos meses, como sucedía año tras año, cuando repentinamente, a los pocos días de haber llegado, emprendieron vuelo hacia el sur y se alejaron más de 700 km. ¿Por qué huyeron de su lugar de anidamiento al que les había costado tanto llegar? El misterio se develó unos días después cuando una devastadora tormenta que generó 84 tornados azotó la zona. Se cree que las reinitas escucharon los infrasonidos producidos por la tormenta que se avecinaba, lo que les permitió predecir su peligrosidad y ponerse a salvo. Una vez que pasó la tormenta, volvieron a los Apalaches y tuvieron a sus pichones como cualquier otro año.
Palomas mensajeras
Hace años, cuando no existía el correo electrónico ni los teléfonos móviles, ni siquiera los teléfonos de línea, muchas comunicaciones se realizaban con la ayuda de palomas mensajeras. Estas palomas se destacan porque tienen un excelente sentido de la orientación y siempre vuelven a su lugar de nacimiento. Se dice que los griegos las utilizaban para informar los nombres de los ganadores de los juegos olímpicos y algunas hasta tuvieron un lugar destacado en las Guerras Mundiales. ¡Algunas incluso recibieron medallas por su trabajo!
Hay muchas teorías sobre cómo se orientan las palomas mensajeras, una de ellas sigue las pistas de su oído infrasónico. Según esta teoría, las palomas, que pueden detectar frecuencias tan bajas como 0,05 Hz, oyen los infrasonidos presentes siempre en la atmósfera. Como esos infrasonidos varían de lugar en lugar, arman un “mapa mental sonoro” del territorio por donde circulan, que luego les permite volver a su hogar.