Abundancia. La experiencia de vivir en un mundo pleno de información.

Por Pablo J. Boczkowski

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Flavia Costa

Directora

Sobre este libro:

La sobrecarga de información es algo con lo que los humanos hemos lidiado durante siglos. En diferentes épocas, los aumentos masivos del contenido disponible impulsaron la creación de sistemas para clasificar y recopilar información. Y motivaron la preocupación acerca de que semejante crecimiento pudiera causar ansiedad cultural o incluso llevar a las personas a la locura. La era digital renovó las inquietudes en torno a esos potenciales efectos perjudiciales en nuestra capacidad para organizar datos, decidir prioridades o incluso producir sentido.

En Abundancia, Pablo J. Boczkowski analiza las interpretaciones, emociones y prácticas vinculadas a lidiar con esta disponibilidad en la vida cotidiana. A partir de un extenso trabajo de campo y de encuestas, examina los factores culturales y estructurales que moldean la experiencia de vivir en un mundo con muchísima información y analiza sus consecuencias sociales y políticas.

El autor encuentra que esta abundancia se enlaza a una dinámica de inestabilidad y cambio permanente, a una reconfiguración de los vínculos interpersonales y a una sociedad que aprecia cada vez menos los hechos y más las ficciones."

Fragmento:

Una noche, hacia fines de junio de 2018, caminaba por la avenida Corrientes hacia Plaza de Mayo, en el corazón de la ciudad de Buenos Aires. La investigación para este libro había terminado medio año antes y estaba en pleno análisis de los datos. Tenía muchas ideas burbujeando e intuía que podrían conectarse, pero todavía no había encontrado el tema que las entretejía. Pasé por la oficina de mi difunto padre y poco después por el Centro Cultural Ricardo Rojas, donde tres décadas antes había asistido a un curso fascinante sobre la obra de Jorge Luis Borges, dictado por el escritor y académico de la literatura Ricardo Piglia, que cambió mi concepción de la lectura para siempre. En medio de este territorio familiar, vi una situación triste que atrapó mi atención y luego me llevó al tema que cristalizó en el argumento de este libro.

Se trataba de dos personas jóvenes que vivían en la calle. Estaban sentadas una junto a la otra sobre un par de sillas gastadas, de cara a la vereda, con sus pocas pertenencias amontonadas entre sus espaldas y la fachada del edificio. Tenían una caja de cartón grande, una mesa improvisada para cenar, y estaban rodeados de cajas más chicas, apiladas, que marcaban precariamente su espacio semiprivado en la vereda. Comían de un recipiente de plástico, y cerca había una lata de Coca-Cola. Tenían los ojos fijos en una pantalla que emanaba una luz tenue en un contexto por lo demás bastante oscuro. La pantalla en cuestión era la de un teléfono móvil. Era una escena del siglo XXI, versión empobrecida de la icónica imagen del siglo XX de la familia cenando frente al televisor. En una situación de escasez material extrema, estas dos personas estaban, sin embargo, conectadas a una abundancia de información.

(…) Las interpretaciones, emociones y prácticas de lidiar con esta abundancia en la vida cotidiana son el tema de este libro. Me pregunto: ¿cuál es la experiencia de vivir en un mundo con abundancia de información? ¿Cómo afectan los factores estructurales de nivel macro –como la edad, el nivel socioeconómico y el género– las condiciones de acceso al conjunto de opciones tecnológicas y de contenido –desde las pantallas personales hasta las plataformas de redes sociales, y desde las noticias hasta la ficción serializada– que le dan cuerpo a esta abundancia de información?

Dentro de estos amplios patrones estructurales, ¿cómo dan forma a esa experiencia en la vida cotidiana las variaciones de las dinámicas culturales de nivel medio representadas por los significados que los individuos atribuyen a estas tecnologías y contenidos y las rutinas en las que organizan su consumo? Finalmente, ¿qué implicancias tiene esta experiencia, y las diversas configuraciones de estos factores estructurales y dinámicas culturales para los medios, la sociedad y la política?

 

Conocida alrededor del mundo por sus carnes rojas y su malbec robusto, las figuras políticas de Juan Domingo Perón y Eva Perón, las superestrellas del fútbol Diego Maradona y Lionel Messi y el papa Francisco, la Argentina se ha caracterizado en los últimos cien años por lo que el historiador Luis Alberto Romero ha llamado “una experiencia nacional angustiante y tumultuosa”, marcada por una sucesión de golpes militares durante la mayor parte del siglo XX y crisis económicas recurrentes.

La existencia devastadora de pobreza estructural constituye uno de los tres aspectos que han convertido a la Argentina en un escenario fructífero para el estudio referido en este libro. Las investigaciones sobre la abundancia de información realizadas en el Norte Global con frecuencia han dado por sentado el acceso a las tecnologías que encarnan y conectan esta información. Por contraste, en un país del Sur Global como la Argentina es más difícil dar ese acceso por sentado. Así, una situación de mayor escasez material ayuda a echar luz sobre cuándo, cómo y por qué las personas podrían valorar tanto la información como para estar dispuestas a gastar una porción considerable de sus ingresos en ella.

Para la pareja que vivía en las calles, comprar un teléfono móvil implicaba varios meses de sus ingresos totales, no solo de los prescindibles. El hecho de que tuvieran uno, y probablemente conectado al mundo de la abundancia de información a través de una red inalámbrica gratuita, no es nada menos que un evento sociocultural notable que señala cuánto desean los individuos esa conexión.

Esto nos lleva al segundo aspecto que vuelve a la Argentina un escenario particularmente fértil para esta investigación. La conexión provista por las pantallas personales y las plataformas de redes sociales es una conexión con otros en una medida no menor. Hay un componente recreativo y noticioso, también. Pero un elemento importante del reciente aumento en la disponibilidad de información está vinculado al contenido que las personas ofrecen a las plataformas que usan y las reacciones al contenido que sus contactos publican, a los cuales tienen un acceso constante y afiebrado a través de sus teléfonos inteligentes ubicuos. Este contenido expresa mayormente la sociabilidad, y su crecimiento espectacular está contribuyendo a modificarla. Para el argentino promedio, la sociabilidad ha sido un elemento central de la vida cotidiana y lo es de un modo mucho más intenso que en los países del Norte Global. Así, el contexto argentino ayuda a poner en primer plano y visibilizar la importancia de la visión ritual de la comunicación, que se retrae al fondo y pierde visibilidad en las sociedades marcadas por culturas asociativas más individualistas y utilitarias.

Los vínculos asociativos fuertes y de múltiples facetas han marcado el último par de siglos en la vida cotidiana del país. Estos vínculos nacieron de las prácticas relacionales que caracterizaron escenarios tales como el café y la pulpería en el siglo XIX y comienzos del XX y se profundizaron en la recreación, las artes y las asociaciones cívicas que florecieron en la primera mitad del siglo XX.

El tercer aspecto que vuelve a la Argentina un escenario útil para este estudio está centrado en el tema de la confianza en la información mediatizada. Los períodos de mayores desarrollos tecnológicos suelen estar marcados por el pánico moral hacia los medios. Una ola reciente de este tipo de pánico surgió en las secuelas del voto por el Brexit y las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, ambos en 2016. Con la intención de darle sentido a lo que para muchos fueron resultados imprevistos –e imprevisibles–, muchos comentadores mediáticos e investigadores de la comunicación apuntaron al papel de las tecnologías y el contenido, que están en el centro de este libro. Las redes sociales se convirtieron en el adversario de la democracia, los teléfonos móviles se volvieron adictivos y las noticias pasaron a ser una especie en extinción que debía ser protegida.

Así, para Vaidhya­nathan: “Nos convertimos en animales de granja, domesticados y dependientes, que producen datos. Somos las vacas. Facebook hace click en nosotros”.

Para que los individuos sean así de pasivos y acríticos, primero deben confiar en la información a la que son expuestos. Pero, ¿confían? La Argentina ofrece un ambiente altamente adecuado para indagar en esta cuestión. Por ejemplo, el Digital News Report 2017 del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo encontró que solo el 39% de los encuestados en la Argentina estaba de acuerdo con la afirmación “la mayor parte del tiempo confío en las noticias en general”. Además, solo el 16% de los encuestados estuvo de acuerdo con la idea de que “los medios están libres de influencias políticas/económicas”.

En otras palabras, cinco de cada seis encuestados entienden que las organizaciones periodísticas están encadenadas a intereses políticos y económicos. Estos niveles notablemente altos de desconfianza en las noticias no son nuevos. Al contrario, son el resultado de décadas de percibir que incluso los medios más respetables no son objetivos, sino que presentan una versión sesgada de la realidad, vinculada con una ganancia política y económica presupuesta. Para lidiar con esta situación muchos argentinos se han vuelto altamente escépticos y han desarrollado prácticas críticas de recepción y socialización para intentar afirmar lo que consideran que son las noticias reales detrás de las noticias publicadas. En un mundo donde, según el Digital News Report de 2020, “los niveles generales de confianza en las noticias [están] en su punto más bajo desde que comenzamos a registrar estos datos”, la Argentina ofrece una suerte de escenario futuro para examinar el carácter de la recepción mediática de los agentes y pone en perspectiva la teoría de la aguja hipodérmica, comúnmente asociada con la abundancia de información contemporánea.