Argensaurios. Tierra de gigantes

Por Nerea Liebre

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Andrea Morales

Editora

Sobre este libro:

Recomendado para que niños y niñas de 10 años en adelante se vinculen con las posibilidades sorprendentes que brinda la Ciencia y la Investigación Científica, a partir de un misterio que rescatará el valor del trabajo en equipo y la sana competencia. En esta novela realista, la aventura conecta a los lectores con los orígenes del mundo y la época de los dinosaurios de forma entretenida, dinámica y apostando al humor para despertar un genuino interés en adquirir más conocimientos en dichas áreas.

Un fragmento:

Capítulo 1
Que la Historia juzgue la felicidad de Ignacio Rucci por ir a la escuela. Es decir, que la historia me juzgue. No confirmo ni desmiento haberme levantado antes que nadie en la casa, haber hecho el desayuno sin ayuda y haber apurado a mi hermana mayor para estar puntual. Al fin había llegado el lunes y era un día glorioso. Ese día se anunciaban los seleccionados para participar en la Feria Nacional Interdisciplinaria organizada por el Ministerio de Educación en conjunto con el Ministerio de Tursmo de la Nación. Así, como lo decía la convocatoria en el e-mail.
¿¡Que les parece aburrido!? Una sola palabra: DINOSAURIOS. Sí. Ese año el tema seleccionado fue la Paleontología, es decir, el estudio de los seres orgánicos que habitaron la Tierra en épocas pasadas. O sea... ¡DI-NO-SAU-RIOS!
Desde el comienzo de año, en el colegio todas las clases giraron en torno a este apasionante tema. Por ejemplo:
• En Lengua y Literatura leímos dos novelas de ciencia ficción sobre la era Mesozoica y escribimos cinco cuentos también sobre el tema, algunos en grupo y otros solos (yo escribí uno genial sobre viajes en el tiempo y aventuras).
• En Ciencias Naturales estudiamos las eras geológicas, con toda su fauna y flora, y los accidentes geográficos (¿sabían que antes había solamente un supercontinente llamado Pangea donde vivían todos? ¡Imagínense!).
• En Matemáticas, adelantándonos al programa curricular, calculamos longitudes, anchos y alturas para obtener el hipotético volumen de cada especie. Y de ese modo calcular la superficie que habitaban.
Y llegamos al tan esperado día lunes. Entré a la escuela, nervioso pero re ansioso, y la primera cara que vi era la del Colo. Él no me vio porque no llevaba los anteojos puestos (a veces puede ser muy despistado). Todos los demás alumnos ya estaban formando para saludar a la bandera.
Si bien en nuestro curso somos veinticinco, solamente nos anotamos tres para participar en la Feria, aunque muchos de nuestros compañeros nos ayudaron. Pero, para ser honesto, el que mejor se complementa con mi trabajo es el Colo porque yo amo dibujar y a él le encanta crear realidades virtuales con su computadora.
El Colo no es un eximio sabelotodo ni un nerd ni nada parecido, pero su papá es experto en animación 3D. Él nos ayudó a armar el proyecto que presentamos.
Mientras iba pensando en todo el trabajo y las tardes frente a la compu, alguien me saludó desde atrás.
—¡Nacho!
Era Athina, la “especialista” en medio ambiente de nuestro grupo. Ella sabe de plantas, piedras, insectos, relieves topográficos y sobre cómo impacta el clima en cada uno de ellos.
—Hola! –la saludé.
Me guiñó el ojo pero enseguida nos volvimos a formar mirando hacia adelante, mientras izaban la bandera.
La Directora, Clotilde Córdoba, después del saludo a la insignia patria, se ubicó frente al alumnado. Pidió silencio y esperó hasta que no volara ni una mosca. Ella había acompañado nuestro proyecto desde el inicio: se interiorizó de las cuestiones tecnológicas que no entendía, se aseguró de brindarnos el tiempo suficiente para el trabajo y se ocupó de que no nos faltase ningún material (aunque a veces eso implicó poner un poco de dinero de su bolsillo).
Ese lunes se la veía sonriente, sacaba pecho y hablaba más alto de lo normal; para ella también era importante que nuestra escuela recibiese un reconocimiento. Pasó un par de avisos y luego cerró el discurso deseándoles suerte a los alumnos Giovanni Basteri, Athina Kukso e Ignacio Rucci en la selección final para la Feria Nacional Interdisciplinaria. O sea, al Colo, a Athina y a mí. Todos nos aplaudieron y Athina me dio un codazo en las costillas. Yo se lo devolví y así seguimos hasta que las filas se desarmaron hacia las aulas.
Ese lunes, sin dudas, era el mejor día de mi vida.