¿Las emociones se educan? Paisajes emocionales de la experiencia educativa
Sobre este libro:
Este texto y las reflexiones que nos comparte su autora, mueve a los/as docentes, pedagogos/as, psicólogos/as y a todas aquellas personas interesadas en la educación –desde sus diferentes ámbitos de incumbencia– a poner en el centro de la atención la importancia crucial de desplegar la dimensión emocional y relacional como un aprendizaje para la vida.
Un fragmento:
(Fragmentos de la Introducción a cargo de la autora)
Las emociones se gestan en el “entramado” que tejen los vínculos. Abordar un tema tan complejo como la emocionalidad humana nos desafía e interpela. Podríamos comenzar resaltando la importancia de permanecer en-redados/as. ¿Qué significa esto? Se trata de destacar el valor de mantenernos implicados/as formando parte de una red, envolviendo y siendo envueltos/as por la malla de hilos invisibles que conforman una comunidad, en este caso, la comunidad educativa de nuestro tiempo.
La propuesta es reflexionar y formular los problemas o los retos a enfrentar desde adentro e involucrados/as ya que nuestro mundo emocional es el producto del intercambio con los/as otros/as, en el entre que creamos en ese transcurrir, desde un sentir propio y singular, que es a la vez cambiante y diverso, que nace de las relaciones con los/as demás en determinadas condiciones de existencia.
Podemos pensar que las emociones cobran sentido en la relación con los/as demás aunque estemos físicamente aislados/as. No podemos pensar las emociones en abstracto ni como experiencias personales separadas del contexto social, cultural, histórico en el cual tienen lugar, sentido y significación.
El hecho de describir en este libro cada una de las nueve emociones por separado es para partir de una generalización que, por supuesto, es una visión parcial, reducida y bastante simplificada de cada una de ellas, pero que a modo de punto de partida nos ayuda a analizar luego cada circunstancia en particular, en relación y en contexto, devolviéndoles la complejidad de su universo que es único pero a la vez multifacético y plural. Tal como pueden considerarse los cuadros clínicos descriptos por Sigmund Freud, como por ejemplo la fobia o la obsesión, que nos sirven de referencia y nos ayudan a pensar las especificidades de las diferentes lógicas, marcas o lenguajes propios de cada subjetividad desde su historia y sus circunstancias singulares.
A modo de introducción, podríamos plantearnos algunas preguntas que nos lleven a la reflexión. ¿Se tratará de educar las emociones o podríamos pensarlas en términos de experiencias afectivas, considerando que las tensiones y los conflictos son inherentes a los vínculos humanos?
Es sumamente interesante como define el diccionario etimológico la palabra “experiencia” ya que dice que es la madre de todas las ciencias, dado que en latín “experientia” significa intentar, arriesgar, probar, ensayar a partir de las cosas, analizando los resultados y formulando nuevas pruebas sobre la base de las anteriores.
También tiene la acepción de conducir, pasar a otro lado, perforar. Entonces, la experiencia emocional daría cuenta de cómo los acontecimientos, los sucesos nos impactan, nos perforan, nos conducen, nos llevan a probar, a tomar riesgos en un devenir interminable de nuevas pruebas y afecciones.
¿Cómo pensarnos a nosotros mismos en relación con lo que pasa y nos pasa, dejarnos sorprender por lo que se presenta e irrumpe llevando al terreno de la transformación aquello que solía ser de un modo determinado?
La realidad muta constantemente y entonces, ¿cómo abrirnos a otras posibilidades para darle espacio a lo que viene, siendo hospitalarios, dando lugar a lo desconocido?
Es difícil abordar lo diferente o ponerle nombre a la complejidad de lo que sucede, a la multiplicidad de sentires y de vivencias, que a la vez suelen estar atravesadas por aquellas lógicas derivadas de las posiciones de poder cuya percepción tiende a imponerse y a naturalizarse, por lo que termina invalidando otras visiones.
Si nuestras prácticas están vivas, y por lo tanto están en constante cambio, ¿habrá que poner en cuestión los dispositivos, los supuestos y las creencias como así también las lecturas de la realidad que han quedado desfasadas?
¿Qué recorridos nos sacarán del encierro de lo que ya no funciona, de los tiempos señalados por relojes que atrasan, sin dejarnos desprotegidos y a la intemperie en terrenos que no figuran en los mapas de las instituciones tradicionales?
Mapas movedizos, paisajes culturales que son transitorios y circunstanciales.
Suely Rolnik (2001), psicoanalista brasileña, filósofa, doctora en Psicología Social, profesora y miembro del Centro de investigación sobre subjetividad en la Universidad Católica de San Pablo, escribió un libro titulado Cuerpo vibrátil en el que desarrolla el concepto de mapas movedizos en ocasión de hablar de la vida de Öyvind Fahlström, artista plástico que vivió en Suecia, Brasil, París, Roma y Nueva York.
Fahlström tuvo que migrar para sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial sin poder establecerse en un territorio fijo ni regresar a su país de origen debiendo inventar sus propios mapas mutantes que funcionaran en su vida como referencias para ubicarse en paisajes siempre nuevos de territorios en los que era un permanente extranjero.
¿Qué sería factible aportar en dicho sentido para que el proceso de reinvención que podríamos gestionar en las escuelas esté a la altura, como planteó Rolnik, de las fuerzas que piden paso?
No se trata de emparchar situaciones problemáticas para que desaparezcan lo más rápido posible, ni de calmar o disciplinar las emociones sino de facilitar su expresión y su despliegue para encontrar nuevas formas de encuentros y desplazamientos con los otros, que se aparten de lo que llamamos usualmente sistemas de disciplinamiento o de vigilancia, en los que la sanción o el castigo es lo que usualmente se imparte, sino de resaltar la dimensión humanística de un tiempo social sumamente inestable y poco predecible pero a la vez productor de redes y de nuevas formas de comunicación.
En el marco de tantas preguntas, ¿cabe agregar el interrogante que pone sobre el tapete la posibilidad de pensar si las emociones se educan? ¿Qué implica hablar de educación emocional? Queda aquí abierto el debate.
(...) Entonces, podríamos considerar que la acción de educar se apoya en dos movimientos que se complementan, generan un intercambio de doble sentido y dirección e incluyen los cuatro pilares fundamentales propuestos por la UNESCO:
• Aprender a conocer o aprender a aprender.
• Aprender a hacer.
• Aprender a ser.
• Aprender a convivir con otros.
Desde este punto de vista se trata, entonces, de pensar la dimensión emocional desde una perspectiva dinámica, interactiva y relacional.
Para ello, las actividades sugeridas son solo eso, sugerencias, invitaciones para explorar, experimentar y para que cada uno/a pueda enriquecer las propuestas con ideas que partan de lo que pide cada situación, grupo o comunidad, aportando la propia creatividad e iniciativa, teniendo un claro registro de la importancia de no perder de vista la dimensión emocional de la experiencia educativa.
Este libro es una invitación al trabajo artesanal y compartido que apunta a problematizar las prácticas, a mantener las tensiones vivas, habilitar las preguntas y construir dispositivos de escucha como oportunidades para integrar los diferentes puntos de vista que den lugar a los efectos inesperados, propios de toda experiencia, desde la implicación y sin certezas. Se trata de salir de la dualidad, del eje problema-solución como respuesta única, estandarizada o automática.
Desafiar y discutir este texto es un aliciente y un incentivo para seguir abriendo y enriqueciendo el tema acerca de la dimensión emocional.
Propiciar la comunicación desde una práctica que interroga, desde la generosidad y la disposición para tejer una trama que pueda dejar espacios abiertos para que un nuevo decir o una nueva demanda surja, es una decisión clave a la hora de incluir la diversidad, individualizar los procesos de enseñanza-aprendizaje y generar dinámicas de prevención o de resolución de conflictos, de situaciones de violencia, discriminación o maltrato. Ello forma parte del cuidado de la salud mental, emocional y física de los niños y las niñas.